Los hombres que no amaban a las mujeres |
Venía buscando una novela policial para seguir una línea de lectura iniciada este año con algunas novelas de Guillermo Martínez, una de las que antes ya he publicado mi crítica. Esta novela de Stieg Larsson (autor fallecido hace algunos años cuya ópera prima fue este libro) no me decepcionó. Al contrario. Si están buscando una novela policial negra para el verano, una lectura con la cual entretenerse, uno de esos libros que nos mantienen al vilo todo el tiempo, no dejen de leer la primera entrega de la trilogía Millennium.
La historia presenta un narrador omninsciente, escrita en tercera persona y con descripciones minuciosas no sólo de las características centrales de los personajes principales y secundarios que van apareciendo, sino de las acciones y reacciones que desencadenan los hechos aquí narrados. Básicamente empezamos a tomar contacto de la situación de Mikael Blomkvist, un periodista que acaba de perder una disputa judicial por haber difamado, en la revista de la cual es editor en jefe y co-fundador (Millennium), a un gran empresario sueco. Por ese hecho, no sólo deberá pagar una suma cuantiosa de dinero, sino también pasar tres meses en la cárcel. Destrozado y enfurecido, el periodista recibe la oferta del empresario Harry Vanger para pasar todo un año en la isla de Hedeby, lugar en el que hace más de 30 años desapareció Harriet Vanger y de la que nunca más se supo. ¿Qué le ocurrió a Harriet? Esa es la tarea encomendada -y muy bien remunerada y recompensada- que Vanger le propuso a Blomkvist. El problema es que, aparentemente, las pesquisas policiales para resolver el caso fueron desarrolladas de una manera muy detallista y, sin embargo, Harriet Vanger parece haber sido devorada por la nada. Sin proponérselo, Mikael Blomkvist recibirá la ayuda y colaboración de Lisbeth Salander, una joven hacker, problemática a los ojos de la sociedad, que actúa y piensa fuera de los parámetros "normales" que la rígida sociedad sueca (y por qué no occidental) establece. Lisbeth es una genia: metódica, precisa, con una memoria fotográfica inusual, perseverante, posee todos los condimentos esenciales para hacer lo que hace, es decir trabajar para una empresa de seguridad como investigadora que, obviamente, no da cuenta de modo explícito de la manera de proporcionar la información que se le solicita. El de Lisbeth es un personaje fabuloso. Y todo el libro de Larsson está, desde mi óptica, empeñado en defender a las mujeres, en reivindicar sus derechos y en denostar a quienes no las aman. Lo cual vuelve a la novela mucho más interesante de lo que es. Así, la novela posee todo lo que un policial negro debe tener: sexo, mafia, dinero, muertes, violencia, suspenso, psicópatas, el doble juego mentira/verdad, reflexiones morales, indagaciones filosóficas y mucha intriga. Tal vez, uno podría pensar que el final es un tanto predecible, es decir, entre las posibilidades que nos va abriendo y cerrando el autor en tratar de descubrir por nuestra cuenta quién es el asesino (recuerden que, a fin de cuentas, eso es lo que el periodista está buscando), nuestra anticipación al resultado puede haber estado en lo correcto o no. Pero ese es un juicio que el lector puede hacer sólo cuando haya terminado de leer la última página de esta fabulosa novela. Ahora me embarcaré en la segunda entrega de la trilogía y en la película homónima de la cual he leído buenas críticas. Sumamente recomendable.