Funny Games |
Año: 1997
Director: Michael Haneke
País: Austria
Guion: Michael Haneke
Reparto: Susanne Lothar, Ulrich Mühe, Arno Frisch, Franf Giering
Género: Thriller
Un matrimonio tipo europeo, Anna y Georg, adinerados pero no millonarios, deciden ir a vacacionar a su casa de campo, al lado de un hermoso y tranquilo lago, junto a su hijo Georgie. Son, además, una familia culta que se divierten -la primera secuencia ya nos muestra explícitamente esto- jugando a las adivinanzas en relación con qué obras de música clásica se corresponden con qué compositores e intérpretes de las mismas. Al llegar se cruzan con sus vecinos Fred y Eva a quienes perciben acompañados de dos jóvenes desconocidos, y quedan para jugar al golf al día siguiente. En tanto padre e hijo van organizando y armando el velero para navegar, la mujer comienza a organizar la rutina culinaria. Es allí cuando inoportunamente llega Peter, uno de los jóvenes huéspedes de los vecinos para pedirle a Anna un par de huevos. Ese será el inicio del calvario de esta familia. Anna se pone incómoda porque Peter rompe los huevos, aparentemente de modo accidental, en reiteradas ocasiones, previendo que el hecho no es espontáneo sino planificado. Pero Peter muestra ser muy educado. Así aparece Paul en escena quien se desconcierta por el "desubicado" pedido de Anna de que se retiren de su hogar. Cuando Georg llega a casa comienzan los "divertidos juegos" de Paul y Peter con la burguesa familia. La apuesta es que ningunos de los tres seguirá vivo al otro día a la mañana. Y lo que el espectador, que Haneke decide volverlo cómplice de estos dos psicóticos, comienza a percibir es el maltrato físico y psicológico al que someten a Anna, Georg y Georgie. La complicidad se atisba cuando Paul le habla a la cámara como si estuvieran hablando con nosotros al estar sentados frente al televisor. Y eso genera una situación de incomodidad, de escándalo emocional, de perturbación que nos penetra y carcome cual taladro insoportable. La película se vuelve insoportable, pero no porque sea extremadamente sangrienta sino porque no podemos soportar lo asfixiante de la situación que atraviesa esta familia ni la frivolidad ni la crueldad con la que los psicópatas se mueven y actúan; y porque nos hemos vuelto cómplices del horror. Y volverse cómplices es aceptar que hay de lleno una violencia mediática sanguinolenta a la que nos hemos acostumbrado que, cuando es trabajada con pausas, con planos realistas y donde el tiempo parece no pasar nunca, se vuelve fatal e intratable. Destaco magistralmente una secuencia en la que se ve a Georg tirado detrás de un sofá y a Anna arrodillada con las manos atadas, cuando Paul y Peter han salido de su hogar. Esa escena dura aproximadamente unos tres minutos en los que no pasa nada, no hay movimiento ni sonido, los actores/personajes han quedado paralizados, inmutables a ese contexto. Es increíble lo incómodos que podemos sentirnos aún a sabiendas que estamos visualizando un producto de ficción. De verdad una película súper impactante.