jueves, 3 de enero de 2013

Réquiem para un sueño - Dir. Darren Aronofsky

Réquiem por un sueño
Título original: Requiem for a dream
Año: 2000
Duración: 120 min.
País: EEUU
Director: Darren Aronofsky
Guión: Darren Aronofsky, Hubert Selby Jr.
Música: Clint Mansell
Reparto: Jared Leto, Jennifer Conolly, Elen Burstyn, Marlon Wayans, Christopher McDonald, Louisse Lasser.

Empezamos las reseñas de este año 2013 con una película bien dura, y de verdad bien dura, tanto visual como narrativamente. ¿Qué es un réquiem? Sencillamente la oración a los muertos o la composición musical que se canta con el texto litúrgico durante la oración a los difuntos. No es un dato menor ese término en el título porque, en esta película, la música juega un rol importantísimo. Y es que los compases "in crescendo" de Clint Mansell llevan al espectador a una mezcla estados: conmoción, turbidez mental, perturbación y asombro. Por eso no podemos dejar de hacernos preguntas durante y a posteriori de la visualización de esta gran obra (la segunda en su haber después de la genial Pi) de Darren Aronofsky. Volvamos al título de la obra. Se tratará de oraciones para los muertos, pero ¿quiénes son los muertos? Evidentemente, de acuerdo con el argumento, los sueños de los protagonistas y (tal vez) de la sociedad toda, o, por lo menos, de la sociedad hiperconsumista occidental, yanqui, con una visión del mundo depositada en el "american way of life", o sea en la guita. De allí la historia: Harry (Jared Leto) y su novia Marion (Jennifer Conolly) son adolescentes adictos a las drogas que buscan armar su propio negocio de tráfico para hacerse ricos. El problema radica en que la adicción es cada vez más grande que, a medida en que pueden ir obteniendo dinero (por ejemplo vendiendo los muebles de su casa), éste se va consumiendo y desperdiciando nuevamente en más drogas. Se muestra a las claras el típico caso de un círculo vicioso. La mamá de Harry (brillante Elen Burstyn) persigue otro sueño: participar en un programa de TV de preguntas y respuestas y, a la espera de la llamada telefónica para su participación efectiva, comienza a consumir anfetaminas para bajar de peso. A medida que la intensidad narrativa aumenta, lo hace acompañada por una potencia visual que el director ya había mostrado en su anterior filme, y por una energía musical que se combinan de manera sublime. Pero la película es durísima, porque Aronofsky fue capaz de plasmar las situaciones límites a las que acceden los personajes con tal de lograr sus sueños (desviados a la luz de la sociedad) paralelamente al terrible camino por el que las drogas pueden conducirnos. Ni Aronofsky ni yo somos moralistas. Tampoco somos apocalípticos. Sí pretendemos -me tomo el descarado atrevimiento de hablar en nombre del director- que pueda pensarse el binomio sueño-drogas como un indicio de lo que podemos encontrar en las sociedades que vivimos y tratar de reflexionar al respecto. 

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