El lector |
Dirigida por: Stephen Daldry
Año: 2008
Duración: 123 minutos
Guion: David Hare, basado en la novela de Bernhard Schlink
País: EEUU
Reparto: Kate Winslet, David Kross, Ralph Fiennes, Bruno Ganz, Lena Olin, Alexandra Lara, Linda Bassett.
Música: Nico Muhly
He visto muchas películas que plantean la cuestión del Holocausto y las personas que intervinieron, directa o indirectamente, en los sucesos -mínimos o grandilocuentes- que afectaron su desarrollo. Y, por ello mismo, hubo muchas maneras de contar aquel terrible sufrimiento que abrió una grieta en el suelo de la historia. Aclaro que no he leído la novela de Schlink, por ello sólo puedo dar mi apreciación de esta película. Pero la elección que hace Daldry para contar esta historia me pareció fabulosa, pues logra pergeñar un melodrama no exento de dilemas morales, prohibiciones sociales, tabúes, juicios de valor y conflictos sin solución que, pienso que indefectiblemente, interpelan al espectador y lo afectan de tal manera que el proceso de identificación con los personajes fluctúa de modo constante.
El contexto es éste: en la devastada Alemania posterior a la Segunda Guerra Mundial, el adolescente Michael Berg es auxiliado a la salida de su escuela por una mujer que lo dobla en edad y, por lo tanto, en experiencia. Una mujer que, sin serlo, tiene espíritu de madre. Ella misma, Hanna Schmitz, se sorprende cuando Michael vuelve a compensar la ayuda brindada por la mujer. Las provocaciones, las insinuaciones, los silencios y las miradas de reojo serán la génesis de una relación amorosa, de despertar recíproco: un despertar sexual del joven adolescente, y un despertar hacia el mundo de la lectura de la experimentada mujer. En efecto, además del sexo, la pasión que da sentido a esta insospechada -y prohibida- pareja es la lectura. A veces antes, a veces después de hacer el amor, Michael lee en voz alta a Hanna. Y asistimos a unas secuencias que van de la risa al llanto, de la tragedia al drama, propios del contenido de los libros leídos. Se experimenta, casi en carne propia, el placer y los resultados de la lectura. Pero empezamos a sospechar, con fundamento, porqué siempre lee Michael. Y recordamos que en alemán la novela se titula Der Vorleser, literalmente "El lector en voz alta". La humanidad de los personajes, lo idílico de la relación, la idealización de los amantes nos llevan a la identificación de los personajes. Pero hay un punto de quiebre, en este sentido el guion es excelente, a partir del cual Hanna desaparece; y no sabemos porqué. Su razón la conocemos después, cuando Michael es estudiante de Derecho y asiste, junto a su profesor y el grupo de estudiantes, a un juicio en el que se acusa a Hanna de pertenecer a un grupo de mujeres de las SS que tuvieron la responsabilidad de dejar morir a otras mujeres en los campos de concentración. Entonces, esa imagen idílica, esa identificación se rompe, se quiebra en múltiples pedazos que, aparentemente, no podrán recomponerse. Es allí cuando los dilemas morales se abren como capullos recién florecidos aunque, en vez de embellecer nuestros ojos, opacan nuestra mente. Porque intentamos ponernos en los zapatos de Michael. ¿Qué haríamos en esa situación? Máxime cuando su posible intervención podría modificar el destino de Hanna. Entonces, al duelo moral ingresan muchas variantes: el amor, la pasión, el recuerdo, el placer, la felicidad, por un lado; el perdón, la memoria, la historia, la dignidad, el respeto, la conciencia, por otro. Y el tormento inunda las imágenes de este, en definitiva, terrible drama. Realmente Kate Winslet muestra toda la gama de matices de un personaje complejo, ambiguo. Y se muestra bella, realmente bella. Casi inimaginable -por lo menos para mí- que aquella cuasi niña de Titanic se haya convertido en semejante actriz. Y no desentonan ni David Kross, ni Ralph Fiennes, ni Lena Olin a pesar de lo corto de sus participaciones.
La memoria del Holocausto y su ribetes ético-políticos tiene muchas facetas. Stephen Daldry eligió una que, a mi entender, nos hace pensar profundamente y preguntarnos cuáles son los límites del accionar humano. La lectura, además, funciona -en este caso- como un elemento de redención. Brillante.