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Si esto es un hombre |
Primo Levi nació el 31 de julio de 1917 en Turín (Italia), en el ocaso de
la primera Guerra Mundial, de tan nefastas consecuencias para los países
europeos, en general. Las luchas políticas, las discusiones y escisiones
partidarias, el exilio, la muerte, la cárcel a los opositores políticos y al
amplio arco antifascista (fueran dirigentes sindicales, escritores, políticos,
hombres de cultura en general) caracterizó y atravesó la niñez del escritor
italiano.
Este libro abre la trilogía -a la que se suman La Tregua y Los
hundidos y los salvados- que Primo
Levi dedicó a los campos de concentración nazis, manifestando un testimonio
austero, objetivo y veraz del horror de la realidad que le tocó vivir. El libro
fue forjado a partir del pensamiento del autor durante los monstruosos días en
Auschwitz, donde su principal meta era sobrevivir a esa situación para poder
develar al mundo lo siniestro que allí ocurría. Por ello mismo, este relato
tiene para el autor un sentido de “liberación interior” que responde a la
exigencia propia de satisfacer el impulso y la necesidad de hacer que “los
demás” supiesen y tomen conciencia del inquietante mundo de los campos de
destrucción.
Ya en la presentación misma del libro, Primo Levi sostiene que más que
agregar nuevos datos, realizar nuevas acusaciones o formular nuevos cargos, su
intención se relaciona con proporcionar documentación que sirva para hacer un
estudio de algunos aspectos del alma humana. Esta intencionalidad intenta
responder, fundamentalmente, a la problemática de la xenofobia en el mundo
contemporáneo, pensamiento que, conciente o inconcientemente, individuos y
pueblos mantienen, y cuya representación más clara son los campos de concentración
nazis. Cuando este pensamiento llega, “cuando el dogma inexpresado se convierte
en la premisa mayor de un silogismo, entonces, al final de la cadena está el
Lager. Él es el producto de un concepto del mundo llevado a sus últimas
consecuencias con una coherencia rigurosa: mientras el concepto subsiste las
consecuencias nos amenazan. La historia de los campos de destrucción debería
ser entendida por todos como una siniestra señal de peligro”. (p. 10)
Si bien la estructura del texto tiene un carácter fragmentario puesto que
la escritura de sus capítulos no responde a una sucesión lógica sino más bien a
la urgencia por rememorar situaciones, la narración conserva un orden expresado
de una manera muy inteligente por el autor ya que logra que el lector pueda
hacerse presente los hechos que allí se manifiestan, de una manera muy
objetiva, pese a la cual no deja de horrorizar a quien lee esas líneas.
El relato marca el inicio del “viaje” a ese lugar desconocido, de
barbarie, lugar en el que deliberadamente los nazis mezclaron culturas,
lenguajes, experiencias y vidas atravesadas por el odio y la crueldad. Primo
Levi realiza descripciones muy bien logradas y sumamente detalladas sobre los
trabajos forzados -y prácticamente inútiles- a los que eran obligados a
realizar los Häftlinge. Desde la entrada en el campo de exterminio, los
hombres pierden su particularidad, su individualidad, su nombre y apellido,
para pasar a ser un número más de la endemoniada estructura nazi. Así lo
muestra Levi cuando relata que “Me llamo 174517; nos han bautizado, llevaremos
mientras vivamos esta lacra tatuada en el brazo izquierdo” (p. 41).
Hay una serie de rasgos que caracterizan al Lager y a los SS a los que
Primo Levi no puede explicar porque son cuestiones complejas. Por un lado,
tenemos el orden y la obediencia. Pueden conjeturarse diversos motivos por los
que los nazis eran obsesivos por estas cuestiones, pero Levi nos hace saber que
los secuestrados explican las acciones de los alemanes porque responden a una
estructura aún más poderosa y organizada de la cual acatan órdenes y que ellos
las cumplen sin prejuicios y con total convencimiento de lo que hacen. En
segundo lugar, la antinomia vida-muerte cobra vigencia en el relato del autor.
Éste nos muestra cómo la muerte puede representar, en algunos casos, una salida
o una esperanza ante la tragedia a la que está supeditada la vida de aquel que
perdió todo: sus ropas, sus familias, sus costumbres, su dignidad, su juicio, y
cuyo resultado se reduce al sufrimiento y a la pérdida de sí mismo, al punto de
“yacer en el fondo”(p. 40). Por último, se encuentra el tema de los ritos. Cada
nueva experiencia que Levi narra, supone un proceso de inserción en un nuevo
orden, proceso que puede ser caracterizado como un rito iniciático -grotesco y
sarcástico- dentro de los campos de concentración “sagrados” y en el que,
paradójicamente, todo está prohibido pues esa es la finalidad a la que responde
la creación de los mismos.
El texto de Primo Levi nos va llevando por descripciones de la vida en
general en el Lager, mostrando cómo ese joven que ingresó siendo un poco
ingenuo, carente de juicio, con una decidida inclinación -lógicamente contraria
a la ideología nazi- y nada de experiencia, se las arregla para sobrevivir en
ese mundo en el que todo es nuevo y en el que la esperanza de vida está
limitada por una mera orden. De este modo, el argumento está atravesado por
precisas e inteligentes reflexiones antropológicas y morales, que hacen
cuestionar la organización social nazi y su correspondiente aparato
ideológico-político, ligado a un fundamento metafísico mediante el cual los
alemanes realizaban sus atroces actos.
El final del horror se acerca cuando Levi relata cómo los nazis comienzan
a abandonar los campos cuando las Fuerzas Aliadas se aproximan a Auschwitz, lo
que provoca la alegría, la esperanza de la salvación, pero en donde también se
manifiesta que así como algunos son los “salvados” hay otros que son los
“hundidos”. La miseria humana, la indiferencia, la codicia, la intolerancia también
son disvalores a los que los seres humanos estamos sujetos y en los que podemos
incurrir, en situaciones como las que cuenta el autor.
Finalmente, el libro presenta un apéndice redactado recién en el año
1976, en el que Levi responde a una serie de preguntas que durante el tiempo
transcurrido desde que fue liberado hasta ese momento le han ido formulando, y
que prácticamente se han ido repitiendo sistemáticamente. Las respuestas que da
Levi a esas preguntas no tienen desperdicio alguno. Por ejemplo, sobre su
rencor hacia los nazis o si los ha perdonado, sobre si los alemanes y los
aliados sabían lo que ocurría, sobre si hubo prisioneros que pudieron escapar,
sobre el odio fanático de los nazis por los judíos, etc. Estas cuestiones
realmente develan la objetividad con la que libro fue escrito, lo que lo hace
un documento importantísimo y fundamental para la toma de conciencia del
genocidio nazi y sus consecuencias. Como dice el autor: “para escribir este
libro he usado el lenguaje mesurado y sobrio del testigo, no el lamentoso
lenguaje de la víctima ni el iracundo lenguaje del vengador” (p. 303). El libro
es realmente útil no sólo a un público especializado, sino también a un público
en general. Es fácil comprender el estilo del autor y resulta muy interesante
para realizar un estudio crítico sobre diversas cuestiones relacionadas con la
ética, la antropología, la psicología, la historia, etc. Los conceptos de
libertad, igualdad y fraternidad se añoran al momento de penetrar en la
brillante obra de Levi, referencia indispensable para adentrarse en el tremendo
mundo de los campos de concentración. Su lectura nos devuelve la frágil
satisfacción y reflexión personal de vivir en una sociedad democrática en la
que “el otro” no es objeto de odio ni un blanco a derribar, sino que es un
igual a mí mismo.