viernes, 27 de septiembre de 2013

Funny Games - Michael Haneke

Funny Games
Título original: Funny Games
Año: 1997
Director: Michael Haneke
País: Austria
Guion: Michael Haneke
Reparto: Susanne Lothar, Ulrich Mühe, Arno Frisch, Franf Giering
Género: Thriller

Un matrimonio tipo europeo, Anna y Georg, adinerados pero no millonarios, deciden ir a vacacionar a su casa de campo, al lado de un hermoso y tranquilo lago, junto a su hijo Georgie. Son, además, una familia culta que se divierten -la primera secuencia ya nos muestra explícitamente esto- jugando a las adivinanzas en relación con qué obras de música clásica se corresponden con qué compositores e intérpretes de las mismas. Al llegar se cruzan con sus vecinos Fred y Eva a quienes perciben acompañados de dos jóvenes desconocidos, y quedan para jugar al golf al día siguiente. En tanto padre e hijo van organizando y armando el velero para navegar, la mujer comienza a organizar la rutina culinaria. Es allí cuando inoportunamente llega Peter, uno de los jóvenes huéspedes de los vecinos para pedirle a Anna un par de huevos. Ese será el inicio del calvario de esta familia. Anna se pone incómoda porque Peter rompe los huevos, aparentemente de modo accidental, en reiteradas ocasiones, previendo que el hecho no es espontáneo sino planificado. Pero Peter muestra ser muy educado. Así aparece Paul en escena quien se desconcierta por el "desubicado" pedido de Anna de que se retiren de su hogar. Cuando Georg llega a casa comienzan los "divertidos juegos" de Paul y Peter con la burguesa familia. La apuesta es que ningunos de los tres seguirá vivo al otro día a la mañana. Y lo que el espectador, que Haneke decide volverlo cómplice de estos dos psicóticos, comienza a percibir es el maltrato físico y psicológico al que someten a Anna, Georg y Georgie. La complicidad se atisba cuando Paul le habla a la cámara como si estuvieran hablando con nosotros al estar sentados frente al televisor. Y eso genera una situación de incomodidad, de escándalo emocional, de perturbación que nos penetra y carcome cual taladro insoportable. La película se vuelve insoportable, pero no porque sea extremadamente sangrienta sino porque no podemos soportar lo asfixiante de la situación que atraviesa esta familia ni la frivolidad ni la crueldad con la que los psicópatas se mueven y actúan; y porque nos hemos vuelto cómplices del horror. Y volverse cómplices es aceptar que hay de lleno una violencia mediática sanguinolenta a la que nos hemos acostumbrado que, cuando es trabajada con pausas, con planos realistas y donde el tiempo parece no pasar nunca, se vuelve fatal e intratable. Destaco magistralmente una secuencia en la que se ve a Georg tirado detrás de un sofá y a Anna arrodillada con las manos atadas, cuando Paul y Peter han salido de su hogar. Esa escena dura aproximadamente unos tres minutos en los que no pasa nada, no hay movimiento ni sonido, los actores/personajes han quedado paralizados, inmutables a ese contexto. Es increíble lo incómodos que podemos sentirnos aún a sabiendas que estamos visualizando un producto de ficción. De verdad una película súper impactante.  

viernes, 20 de septiembre de 2013

El señor de las moscas - William Golding

El señor de las moscas
Conmemorándose ayer 19 de septiembre el nacimiento de William Golding, premio Nobel de Literatura en 1983, aprovecho para reseñar esta novela que leí vorazmente. Curiosidades de lector: confieso ser un fanático de la serie Lost y a cada momento que fui leyendo esta magnífica obra literaria de Golding (más allá de conocer el argumento central), más los recuerdos se acercaban a la serie televisiva. Coincidencia -o no- incluso de que uno de sus personajes principales, erigido en líder (aunque un liderazgo negativo a diferencia de Lost), se denomine Jack. La trama de El señor de las moscas es la de un grupo de adolescentes, púberes e incluso niños británicos cuyo avión choca y naufragan en una isla desierta del Pacífico, sin la presencia de ningún adulto. Salvedad: si ven la película de 1990 dirigida por Harry Hook nos damos cuenta que la transposición cinematográfica no es fiel al libro en este sentido. Este hecho lleva a que los niños rápidamente deban organizarse socialmente cual si fueran adultos, apelando -en un comienzo- a herramientas democráticas en el uso de la palabra en asambleas (a través de un instrumento de poder representado en una gran caracola que emite un sonido poderoso), la elección de un líder, la distribución de las tareas y el ejercicio del poder. Pero son niños. Esto es, rápidamente los grupos comienzan a dejar de cumplir sus funciones asignadas para distraerse con diversiones y juegos. Pero lo que, al principio, parece un juego no lo es. Y esto lo advierte Piggy, personaje que representa un aire de madurez y sabiduría en cuanto a la toma de decisiones pero su constitución física (es un niño obeso y corto de vista) y el temor lo vuelven sumamente vulnerable. Piggy se ampara, la mayor parte de las veces, en Ralph, uno de los púberes mayores a quienes la mayoría ha votado para convertirse en líder, frente a la figura del mencionado Jack. Jack será, justamente, el encargado de cuidar y mantener viva la hoguera que los niños hicieron con los anteojos de Piggy, pero rápidamente olvidará su rol y el de sus subordinados para inclinarse por la caza de un jabalí. ese es, entre otros puntos secundarios, el momento de inflexión que dará un giro rotundo en la obra. Haber cazado un jabalí y ser consciente de la posibilidad de matar, le otorga a Jack otro status, otro poder, otra fuerza que ni él ni nadie imaginaba. Claramente desde este punto se abrirá la brecha entre dos grupos bien diferenciados y marcados: los que seguirán apostando al diálogo como forma de solucionar los conflictos, a la toma de decisiones conjuntas y a la racionalidad, apoyados en la figura de Ralph; y el salvajismo, la espontaneidad e incluso la irracionalidad obtenida por el poder desmesurado, apoyados en la figura de Jack. Esta dicotomía de fuerzas recuerda mucho a la dualidad de lo apolíneo y lo dionisíaco que Nietzsche mostraba en El nacimiento de la tragedia
Son múltiples los interrogantes filosóficos/sociológicos que pueden desprenderse de esta gran novela. ¿Es necesaria la ética para organizarse socialmente? ¿Cuáles son los límites del poder? ¿Qué pasa en una sociedad cuando sus miembros comienzan a transgredir las normas autoimpuestas? ¿Es verdad que no podemos prescindir de los otros para vivir? ¿Pero no resulta curioso, además, que no podemos soportarlos? ¿Es el hombre el lobo del hombre como sostenía Hobbes? ¿O bien la naturaleza humana es solidaria y el unirse en grupo lleva al egoísmo? Son muy pocos de la cantidad innumerable de interrogaciones que pueden derivarse de esta novela rica, simbólica, atrayente, de una crueldad y dureza que nos deja apelmazados cuando reflexionamos sobre la condición humana. Excelente relato.