jueves, 12 de diciembre de 2013

Te doy mis ojos - Dir. Icíar Bollaín

Te doy mis ojos
Título: Te doy mis ojos
Dirección: Icíar Bollaín
Año: 2003
Nacionalidad: española
Guion: Icíar Bollaín y Alicia Luna
Intérpretes: Laia Marull, Luis Tosar, Candela Peña, Rosa María Sarda, Sergi Calleja, Kiti Manver.
Música: Alberto Iglesias
Duración: 106 minutos

El título de la película se comprende, más o menos, cuando promedia la mitad. Y uno se da cuenta de lo simbólico y lo profundo que resulta cuando percibe, no sin cierta desazón y contradicción interna, la terrible situación de Pilar (y a partir de ella, de todas las "Pilares" que están o estuvieron en su misma piel) y la elección moral de la protagonista (la de esta historia, pero también la de todas las otras historias fuera de esta ficción) cuando se pregunta "¿qué cosa me retiene al lado de una persona que me maltrata hace 9 años?". Y la respuesta no se entiende. De verdad no se entiende. Y no se entiende ni racionalmente, ni afectivamente. Porque Pilar entregó, literalmente, todo: sus ojos, sus piernas, sus labios, su espalda, sus senos, su cabeza. 
Esta historia simple, cruda (muy cruda), realista, magistralmente dirigida con bajo presupuesto y genialmente interpretada, con un guion directo, sin eufemismos, sin tapujos, muestra la vida de Pilar y Antonio, un matrimonio de 9 años con un hijo, que se caracteriza por ilustrar el terrible flagelo de la violencia doméstica. La película juega con algunos estereotipos propios de esta problemática, y así comienza: Pilar, harta del maltrato, se va de su casa con algunas prendas, hacia lo de su hermana, llevando a su hijo. Al rato cae Antonio y promete el oro y el moro, el cambio definitivo, un regalo que nunca olvidará, que le pida lo que quiera y lo hará. Al comienzo Pilar se muestra inflexible y su hermana, aunque no su madre -otrora víctima de un esposo y padre maltratador-, la apoya. Antonio, por su parte, comienza a hacer terapia grupal para aguantar, reconocer y disminuir la ira y -así- el maltrato hacia su mujer. Pero Pilar está haciendo algo que, viviendo bajo el mismo techo de su marido nunca hizo: trabajar. Y esto plantea una situación muy contradictoria: ¿a alguien se le ocurre, en pleno siglo XXI impedir que su mujer, su pareja, su novia, etc. trabaje? Y la respuesta es lamentable: hijos de puta en el mundo hay por todos lados. De a poco, y con regalos, Antonio va convenciendo a Pilar que está cambiando y empiezan una especie de "noviazgo" que se ilustra con salidas -a escondidas- de la pareja. Y una vez que se reinstaura la "normalidad" del matrimonio (Pilar vuelve a casa con su hijo Juan), la violencia psicológica y física reaparece sistemáticamente, cual síntoma que no termina nunca de desaparecer. Entonces nos preguntamos ¿cuál es el límite? Las aristas para pensar el problema son casi infinitas. 
Así, las obsesiones, las culpas, la violencia, la tragedia y el drama envuelven a esta relación de pareja, y a todo su entorno familiar y laboral. Los límites, previsibles algunos, insospechados otros, dejarán al espectador boquiabierto en muchas escenas. La violencia, como predicaba John Lennon, es obscena; y esa obscenidad es palpable secuencia tras secuencia en Te doy mis ojos. Nadie tiene recetas para definir cómo construir una relación de pareja ni una relación familiar. Pero de algo estoy seguro: nunca me gustaría ni generar ni presenciar un clima como éste. Excelente película.