viernes, 28 de febrero de 2014

Si esto es un hombre - Primo Levi

Si esto es un hombre
Primo Levi nació el 31 de julio de 1917 en Turín (Italia), en el ocaso de la primera Guerra Mundial, de tan nefastas consecuencias para los países europeos, en general. Las luchas políticas, las discusiones y escisiones partidarias, el exilio, la muerte, la cárcel a los opositores políticos y al amplio arco antifascista (fueran dirigentes sindicales, escritores, políticos, hombres de cultura en general) caracterizó y atravesó la niñez del escritor italiano.  
Este libro abre la trilogía -a la que se suman La Tregua y Los hundidos y los salvados-  que Primo Levi dedicó a los campos de concentración nazis, manifestando un testimonio austero, objetivo y veraz del horror de la realidad que le tocó vivir. El libro fue forjado a partir del pensamiento del autor durante los monstruosos días en Auschwitz, donde su principal meta era sobrevivir a esa situación para poder develar al mundo lo siniestro que allí ocurría. Por ello mismo, este relato tiene para el autor un sentido de “liberación interior” que responde a la exigencia propia de satisfacer el impulso y la necesidad de hacer que “los demás” supiesen y tomen conciencia del inquietante mundo de los campos de destrucción.
Ya en la presentación misma del libro, Primo Levi sostiene que más que agregar nuevos datos, realizar nuevas acusaciones o formular nuevos cargos, su intención se relaciona con proporcionar documentación que sirva para hacer un estudio de algunos aspectos del alma humana. Esta intencionalidad intenta responder, fundamentalmente, a la problemática de la xenofobia en el mundo contemporáneo, pensamiento que, conciente o inconcientemente, individuos y pueblos mantienen, y cuya representación más clara son los campos de concentración nazis. Cuando este pensamiento llega, “cuando el dogma inexpresado se convierte en la premisa mayor de un silogismo, entonces, al final de la cadena está el Lager. Él es el producto de un concepto del mundo llevado a sus últimas consecuencias con una coherencia rigurosa: mientras el concepto subsiste las consecuencias nos amenazan. La historia de los campos de destrucción debería ser entendida por todos como una siniestra señal de peligro”. (p. 10)
Si bien la estructura del texto tiene un carácter fragmentario puesto que la escritura de sus capítulos no responde a una sucesión lógica sino más bien a la urgencia por rememorar situaciones, la narración conserva un orden expresado de una manera muy inteligente por el autor ya que logra que el lector pueda hacerse presente los hechos que allí se manifiestan, de una manera muy objetiva, pese a la cual no deja de horrorizar a quien lee esas líneas.      
El relato marca el inicio del “viaje” a ese lugar desconocido, de barbarie, lugar en el que deliberadamente los nazis mezclaron culturas, lenguajes, experiencias y vidas atravesadas por el odio y la crueldad. Primo Levi realiza descripciones muy bien logradas y sumamente detalladas sobre los trabajos forzados -y prácticamente inútiles- a los que eran obligados a realizar los Häftlinge. Desde la entrada en el campo de exterminio, los hombres pierden su particularidad, su individualidad, su nombre y apellido, para pasar a ser un número más de la endemoniada estructura nazi. Así lo muestra Levi cuando relata que “Me llamo 174517; nos han bautizado, llevaremos mientras vivamos esta lacra tatuada en el brazo izquierdo” (p. 41).    
Hay una serie de rasgos que caracterizan al Lager y a los SS a los que Primo Levi no puede explicar porque son cuestiones complejas. Por un lado, tenemos el orden y la obediencia. Pueden conjeturarse diversos motivos por los que los nazis eran obsesivos por estas cuestiones, pero Levi nos hace saber que los secuestrados explican las acciones de los alemanes porque responden a una estructura aún más poderosa y organizada de la cual acatan órdenes y que ellos las cumplen sin prejuicios y con total convencimiento de lo que hacen. En segundo lugar, la antinomia vida-muerte cobra vigencia en el relato del autor. Éste nos muestra cómo la muerte puede representar, en algunos casos, una salida o una esperanza ante la tragedia a la que está supeditada la vida de aquel que perdió todo: sus ropas, sus familias, sus costumbres, su dignidad, su juicio, y cuyo resultado se reduce al sufrimiento y a la pérdida de sí mismo, al punto de “yacer en el fondo”(p. 40). Por último, se encuentra el tema de los ritos. Cada nueva experiencia que Levi narra, supone un proceso de inserción en un nuevo orden, proceso que puede ser caracterizado como un rito iniciático -grotesco y sarcástico- dentro de los campos de concentración “sagrados” y en el que, paradójicamente, todo está prohibido pues esa es la finalidad a la que responde la creación de los mismos.
El texto de Primo Levi nos va llevando por descripciones de la vida en general en el Lager, mostrando cómo ese joven que ingresó siendo un poco ingenuo, carente de juicio, con una decidida inclinación -lógicamente contraria a la ideología nazi- y nada de experiencia, se las arregla para sobrevivir en ese mundo en el que todo es nuevo y en el que la esperanza de vida está limitada por una mera orden. De este modo, el argumento está atravesado por precisas e inteligentes reflexiones antropológicas y morales, que hacen cuestionar la organización social nazi y su correspondiente aparato ideológico-político, ligado a un fundamento metafísico mediante el cual los alemanes realizaban sus atroces actos.  
El final del horror se acerca cuando Levi relata cómo los nazis comienzan a abandonar los campos cuando las Fuerzas Aliadas se aproximan a Auschwitz, lo que provoca la alegría, la esperanza de la salvación, pero en donde también se manifiesta que así como algunos son los “salvados” hay otros que son los “hundidos”. La miseria humana, la indiferencia, la codicia, la intolerancia también son disvalores a los que los seres humanos estamos sujetos y en los que podemos incurrir, en situaciones como las que cuenta el autor.

Finalmente, el libro presenta un apéndice redactado recién en el año 1976, en el que Levi responde a una serie de preguntas que durante el tiempo transcurrido desde que fue liberado hasta ese momento le han ido formulando, y que prácticamente se han ido repitiendo sistemáticamente. Las respuestas que da Levi a esas preguntas no tienen desperdicio alguno. Por ejemplo, sobre su rencor hacia los nazis o si los ha perdonado, sobre si los alemanes y los aliados sabían lo que ocurría, sobre si hubo prisioneros que pudieron escapar, sobre el odio fanático de los nazis por los judíos, etc. Estas cuestiones realmente develan la objetividad con la que libro fue escrito, lo que lo hace un documento importantísimo y fundamental para la toma de conciencia del genocidio nazi y sus consecuencias. Como dice el autor: “para escribir este libro he usado el lenguaje mesurado y sobrio del testigo, no el lamentoso lenguaje de la víctima ni el iracundo lenguaje del vengador” (p. 303). El libro es realmente útil no sólo a un público especializado, sino también a un público en general. Es fácil comprender el estilo del autor y resulta muy interesante para realizar un estudio crítico sobre diversas cuestiones relacionadas con la ética, la antropología, la psicología, la historia, etc. Los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad se añoran al momento de penetrar en la brillante obra de Levi, referencia indispensable para adentrarse en el tremendo mundo de los campos de concentración. Su lectura nos devuelve la frágil satisfacción y reflexión personal de vivir en una sociedad democrática en la que “el otro” no es objeto de odio ni un blanco a derribar, sino que es un igual a mí mismo. 

viernes, 21 de febrero de 2014

Cerveza La Trappe - Dubbel y Tripel

Dubbel
Dicen que tomarse una cerveza de abadía es como una experiencia religiosa. La denominación de "abadía" se remonta al proceso y producción de la cerveza llevado a cabo en los monasterios durante la Edad Media y revivido a mediados del siglo XIX, a posteriori de la era napoleónica. La Trappe es una cerveza holandesa, con todos los rasgos de una cerveza belga de abadía. 
La Dubbel es una cerveza negra de 7% de alcohol, preciso para el estilo aunque la graduación alcohólica no se deja sentir caliente en la boca. De color caoba oscuro con destellos de rubí, espuma de la misma tonalidad, cremosa y durabilidad media. Presenta sedimento en el fondo aunque tiene buena claridad. Posee un aroma intenso con notas a tofee, clavo de olor y chocolate negro, conjugación de maltas especiales que se usan. Lúpulo terroso con un dejo a madera tipo pino. En el sabor se le nota el porcentaje de alcohol aunque de manera suave. La combinación de maltas caramelo -con extracto potencial alto- (recordemos que es una dubbel). hacen que tenga un cuerpo compacto, intenso, con reminiscencia a caramelo dulce (como el caramelo que se arma debajo de un flan) pero con un amargor equilibrado. De gasificación media, reconozco que es una cerveza excelente. 
Tripel
La Tripel tiene 8% de alcohol y está aromatizada con coriandro. Su color es ámbar claro, con destellos de dorado intenso, muy clara y límpida y con sedimento en el fondo. Espuma de un marrón blanquecino apenas clarito y muy cremosa y duradera. El alcohol, a pesar de ser mayor en volumen, se siente menos que la Dubbel. 
De aroma fresco, frutal, con notas a cítricos, manzana verde y banana, propios de los lúpulos. Apenas se nota la presencia del coriandro, muy suave pero bien equilibrado con el resto de los aromas que se complejizan en la boca. Con respecto al sabor, es muy notable la presencia de las maltas belgas que denotan un sabor que comienza dulzón con un retrogusto amargo espectacular. Es una cerveza efervescente con terminación seca. Gasificación de media a alta, clave para el estilo. Como impresión general, también me parece una cerveza excelente. Tomar estas cervezas es una inversión que da rienda suelta al placer más que un gasto. Vale mucho la pena.  
Para maridar, combinaría la Tripel con un cerdo al horno que tenga una salsita agridulce. De postre acompañaría la Dubbel con una buena receta de tiramisú. Y después me cuentan qué tal!!!