sábado, 25 de enero de 2014

El lector - Dir. Stephen Daldry

El lector
Título original: The reader
Dirigida por: Stephen Daldry
Año: 2008
Duración: 123 minutos
Guion: David Hare, basado en la novela de Bernhard Schlink
País: EEUU
Reparto: Kate Winslet, David Kross, Ralph Fiennes, Bruno Ganz, Lena Olin, Alexandra Lara, Linda Bassett.
Música: Nico Muhly

He visto muchas películas que plantean la cuestión del Holocausto y las personas que intervinieron, directa o indirectamente, en los sucesos -mínimos o grandilocuentes- que afectaron su desarrollo. Y, por ello mismo, hubo muchas maneras de contar aquel terrible sufrimiento que abrió una grieta en el suelo de la historia. Aclaro que no he leído la novela de Schlink, por ello sólo puedo dar mi apreciación de esta película. Pero la elección que hace Daldry para contar esta historia me pareció fabulosa, pues logra pergeñar un melodrama no exento de dilemas morales, prohibiciones sociales, tabúes, juicios de valor y conflictos sin solución que, pienso que indefectiblemente, interpelan al espectador y lo afectan de tal manera que el proceso de identificación con los personajes fluctúa de modo constante.
El contexto es éste: en la devastada Alemania posterior a la Segunda Guerra Mundial, el adolescente Michael Berg es auxiliado a la salida de su escuela por una mujer que lo dobla en edad y, por lo tanto, en experiencia. Una mujer que, sin serlo, tiene espíritu de madre. Ella misma, Hanna Schmitz, se sorprende cuando Michael vuelve a compensar la ayuda brindada por la mujer. Las provocaciones, las insinuaciones, los silencios y las miradas de reojo serán la génesis de una relación amorosa, de despertar recíproco: un despertar sexual del joven adolescente, y un despertar hacia el mundo de la lectura de la experimentada mujer. En efecto, además del sexo, la pasión que da sentido a esta insospechada -y prohibida- pareja es la lectura. A veces antes, a veces después de hacer el amor, Michael lee en voz alta a Hanna. Y asistimos a unas secuencias que van de la risa al llanto, de la tragedia al drama, propios del contenido de los libros leídos. Se experimenta, casi en carne propia, el placer y los resultados de la lectura. Pero empezamos a sospechar, con fundamento, porqué siempre lee Michael. Y recordamos que en alemán la novela se titula Der Vorleser, literalmente "El lector en voz alta". La humanidad de los personajes, lo idílico de la relación, la idealización de los amantes nos llevan a la identificación de los personajes. Pero hay un punto de quiebre, en este sentido el guion es excelente, a partir del cual Hanna desaparece; y no sabemos porqué. Su razón la conocemos después, cuando Michael es estudiante de Derecho y asiste, junto a su profesor y el grupo de estudiantes, a un juicio en el que se acusa a Hanna de pertenecer a un grupo de mujeres de las SS que tuvieron la responsabilidad de dejar morir a otras mujeres en los campos de concentración. Entonces, esa imagen idílica, esa identificación se rompe, se quiebra en múltiples pedazos que, aparentemente, no podrán recomponerse. Es allí cuando los dilemas morales se abren como capullos recién florecidos aunque, en vez de embellecer nuestros ojos, opacan nuestra mente. Porque intentamos ponernos en los zapatos de Michael. ¿Qué haríamos en esa situación? Máxime cuando su posible intervención podría modificar el destino de Hanna. Entonces, al duelo moral ingresan muchas variantes: el amor, la pasión, el recuerdo, el placer, la felicidad, por un lado; el perdón, la memoria, la historia, la dignidad, el respeto, la conciencia, por otro. Y el tormento inunda las imágenes de este, en definitiva, terrible drama. Realmente Kate Winslet muestra toda la gama de matices de un personaje complejo, ambiguo. Y se muestra bella, realmente bella. Casi inimaginable -por lo menos para mí- que aquella cuasi niña de Titanic se haya convertido en semejante actriz. Y no desentonan ni David Kross, ni Ralph Fiennes, ni Lena Olin a pesar de lo corto de sus participaciones. 
La memoria del Holocausto y su ribetes ético-políticos tiene muchas facetas. Stephen Daldry eligió una que, a mi entender, nos hace pensar profundamente y preguntarnos cuáles son los límites del accionar humano. La lectura, además, funciona -en este caso- como un elemento de redención. Brillante.             

jueves, 16 de enero de 2014

Mirando conceptos. El cine en la enseñanza de la filosofía - Laura Galazzi

Mirando conceptos - Laura Galazzi
Este libro fue publicado por editorial Libros del Zorzal dentro del marco de los títulos de la colección Formación Docente en Filosofía, dirigida por Alejandro Cerletti. A priori, entonces, podría pensarse que es una publicación sólo destinada a quienes nos dedicamos a la enseñanza de la filosofía. Arriesgo a negar la anterior afirmación y espero que esta reseña sirva para justificar mi tesis.
La enseñanza de la filosofía se plantea, en este texto, en relación con los encuentros o desencuentros que pueda tener con el cine. Por ello, original idea de la autora, se divide en cuatro partes: una introducción a modo de preproducción en la que se analiza la estrecha relación (tal vez impensable para algunos escépticos) entre el cine y la filosofía; un primer capítulo o una primera secuencia en la que la enseñanza de la filosofía se despliega mediante el cine de ficción; el segundo capítulo o segunda secuencia tal despliegue se realiza en torno al documental; un epílogo a modo de cierre para reafirmar las tesis centrales planteadas por Laura. Y, a modo de "bonus track" un breve glosario con algunos conceptos propios del lenguaje cinematográfico como para quienes no están aún empapados de esos términos.
A lo largo de este desafío, si se me permite, conceptual-audiovisual, la autora logra acercarse a un nuevo enfoque en lo que respecta a la enseñanza de la filosofía, una visión en la que el docente ya no sea el último eslabón de una cadena jerárquica que comienza con los filósofos (como si los profesores no lo fueran), luego los didactas (los que producen las técnicas adecuadas para enseñar las teorías creadas previamente) y por último el profesor como mero reproductor de lo planteado por las escalas precedentes. Frente a esto, Galazzi propone la tesis de que el docente es, a la vez, profesor, filósofo y didacta. Gran acierto. 
El segundo gran acierto que me interesa rescatar es que la filósofa muestra cómo se puede concebir al cine más allá de un simple recurso didáctico para el aula y se arriesga a evidenciar de qué modo la filosofía puede pensar al cine. Y, con respecto al cine de ficción, me pareció excelente la idea -que a veces encierra prejuicios en contra- de que incluso el cine comercial es objeto de análisis o de reflexión filosófica. Con lo cual, se descarta el hecho de que haya un solo cine para enseñar filosofía, un cine que es exclusivamente "filosófico". Así, bajo un serio sustento bibliográfico, van apareciendo ejemplos para sustentar estas ideas que funcionan, a mi criterio, como excelentes herramientas para su utilización en clase.
Tercer acierto: desarrollar todo un capítulo referido al cine documental y sus modalidades bajo el análisis de tres documentales argentinos sobre la dictadura militar. Laura nos recuerda que también la filosofía, como el cine, están inmersos en el suelo fértil y cambiante de la historia. Y el documental también sirve para revelar alguna líneas filosóficas, en este caso, las referidas a la memoria, la identidad y la construcción del relato histórico. 
Si se pensara que el cine sólo sirve para mostrar y desarrollar cuestiones filosóficas, se estaría menospreciando tanto al cine como a la filosofía. Creo que Laura Galazzi muestra que el cine es de un lenguaje inacabable y, por ello mismo, potable para vincularse con múltiples disciplinas y perspectivas. Por ello, sostengo que este libro sirve muchísimo a los profesores de filosofía, aunque también vendría al pelo para cualquier docente de áreas similares o no. 
De una lectura amena, entretenida y, al mismo tiempo, con profundos conceptos abordados seria y responsablemente, esta publicación se vuelve ineludible para todo profesor de filosofía, y necesaria para docentes de otras ramas. 

sábado, 4 de enero de 2014

Cerveza Waffe

Oktoberfest
Porter Brown
Empiezo la cata de esta cerveza artesanal de Villa General Belgrano, haciendo la advertencia que las tenía en el refrigerador desde hace un año más o menos y que, por lo tanto, algunos parámetros organolépticos pueden haber disminuido con el tiempo, pese a las buenas condiciones de conservación. La Waffe Oktoberfest tiene 5,2% de alcohol que no se sienten tanto, con una espuma volátil, poco durable y de color marrón clarito. Su color presentó notas de marrón claro con tonalidades cobre, aunque no sea el color ideal del estilo, bastante clara y con poco sedimento en el fondo. Un aroma intenso a lúpulo terroso, con notas a caramelo, tofee y manteca. De sabor amargo, careciendo del dulzor de las maltas que caracterizan a una buena cerveza Oktoberfest. Hay un leve dejo de claro de olor interesante. Como impresión general, sostengo que es una buena cerveza, aunque no muy compatible con las características del estilo estandarizadas.
La Porter Brown posee 5% de alcohol que tampoco se notan. Espuma color marrón oscuro, con poca durabilidad. El color negro oscuro, opaco caracteriza esta cerveza. Un aroma con mucha presencia a diacetilo, bloqueando -incluso- el aroma tostado a malta chocolate que debiera tener, y del resto de los aromas (incluido el del lúpulo). En este estilo, ese olor a manteca resulta un pequeño defecto. Me esperaba con el gusto cierta aspereza del amargor pero me encontré con una presencia notable de la malta brown y casi nada de chocolate o café. También un toque dulce de las maltas caramelo, pero el diacetilo realmente predomina. Como dije, el lúpulo de aroma no está y el de amargor es escaso. La más floja de las tres que degusté. 

Scottish Ale E. 80
La Waffe Scottish Ale E. 80 tiene 5,5 % de alcohol y fue 3er premio del Concurso internacional de cerveceros en Rosario, en 2005. Espuma duradera y cremosa de color marrón claro.  Una cerveza bien clarificada, color marrón oscuro, bien brown con presencia del rubí. Aroma frutado y especiado (cercano a la pimienta negra) con notas a banana, manzana y caramelo. Sabor dulce con inyecciones de amargor hacia el final que hacen que la cerveza esté bien equilibrada entre la malta y el lúpulo. Un volumen de alcohol justo. Impresión general: excelente cerveza, con un premio bien merecido, lo mejor de la cata de esta noche. 
Destaco que entre cata y cata he lavado la copa y bebí agua para poder diferenciar los aromas y sabores. Un día de calor (como me tocó al momento de la cata, 40º C) cualquier cerveza fresca viene al pelo (más allá de que con el frío también se pierdan algunos aspectos del aroma y el sabor). Pienso que cualquiera de estas cervezas combina perfectamente con una picada de fiambres frescos, pero se lleva todos los aplausos la Scottish Ale. También agrego que estando en Villa General Belgrano había probado la Waffe de Trigo y, en aquel momento, me fascinó. En total, suman 7 estilos. Para los que visiten el Valle de Calamuchita no dejen de probar esta cerveza. Dirección de correo electrónico: waffe.bier@gmail.com y en facebook: waffebier.cerveza