jueves, 24 de abril de 2014

Antimanual de Filosofía - Michel Onfray

Antimanual de Filosofía
Podría tranquilamente afirmar que las elucubraciones filosóficas de cualquier pensador siempre tienen que ver con el contexto particular en el que ha vivido y con las condiciones que han forjado su propia existencia. Y creo que las elaboraciones filosóficas del filósofo francés actual Michel Onfray no quedan exentas de ello.
Rebelde, anticonformista, hedonista confeso, cuestionador nato, analista lúcido y con una pluma súper ácida, Onfray llegó a fundar una Universidad Popular en la ciudad francesa de Caen, concibiendo que una enseñanza de calidad debe ser abierta para todos, en tanto el conocimiento constituye la ciudadanía. 
Particularmente, el Antimanual de Filosofía está escrito y dedicado para sus alumnos del nivel medio o del Bachiller. Y la provocación no comienza sólo con el sugestivo título, sino que apenas se abren las primeras páginas del libro, Onfray insta a que sus alumnos (cualquier adolescente de nivel medio que esté cursando filosofía) se indaguen y justifiquen porqué  sí o porqué no deberían prenderle fuego a su profesor de Filosofía. 
Dueño de una fina ironía, de un estilo sencillo pero no por eso menos profundo, teñido de una pedagogía clara y sin caer en dogmatismos o fundamentalismos teóricos, este libro recorre una serie de problemas filosóficos que cualquier adolescente de cualquier parte del mundo seguro se plantea (o se planteará si todavía no lo hizo). Tales problemáticas empuñan una daga sutil, punzante y ponzoñosa que desacomoda al lector estructurado. Por su más que interesante recorrido filosófico, Onfray plantea problemas antropológicos vinculados con la naturaleza humana, con el arte, con la técnica, con la libertad, el derecho, la historia, la razón, la política y la conciencia. Y las preguntas provocan, en muchos casos al "distraído" lector, escándalos a la razón anestesiada con el velo de los moralismos sociales, las reglas rígidas, los reproductores de la historiografía tradicional, los defensores de los cánones filosóficos y los lugares comunes. Entonces, la daga filosófica presenta cuestiones como ¿Es absolutamente necesario mentir para ser presidente? ¿Qué parte de nuestra razón desaparece en una noche pasada de alcohol? ¿Qué buscaban en la cama de sus padres a los 6 o 7 años? ¿Podemos recurrir a la violencia? ¿Dejarías que tus hijos accedan a las páginas pornográficas de internet? ¿Podrías prescindir de tu celular? ¿En qué momento un urinario se convirtió en una obra de arte? ¿Por qué no se masturban en el patio del instituto? Onfray expone con transparencia, con lucidez, con abierta franqueza y absolutamente desprovisto de prejuicios (sociales, económicos, psicológicos, etc.) para tentar e instar a los estudiantes a que piensen con autonomía, con independencia, en contra del principio de autoridad y emancipándose de las voces de sus profesores. 
Si bien el libro está destinado a ser usado en los bachilleratos, funciona muy bien como un texto de divulgación científica para el lector interesado por la filosofía. Con precisión, el autor reconoce, identifica y explica los términos o ideas filosóficas que necesiten explicación; está ilustrado lo cual lo hace más atrayente y -además- al final de cada subtema recurre a fragmentos originales de pensadores que han desarrollado el asunto que Onfray problematiza. 
En definitiva, un librito muy pero muy recomendable para todo aquel que quiera aproximarse de un modo formal o no, al mágico mundo de los problemas filosóficos. Excelente.  

jueves, 10 de abril de 2014

Cerveza Barbaroja Floral

Barbaroja Floral
La cerveza Barbaroja se produce en Escobar, provincia de Buenos Aires, y producen la friolera de 13 estilos de cerveza distintos. En su etiqueta no provee datos de su porcentaje en alcohol pero sí pueden encontrarlo en su página web (www.barbaroja.com). Este estilo, entonces, posee supuestamente 3% de alcohol. Presentó en el vaso un color caoba claro con tonalidades doradas y rojizas. Muy bien clarificada y con poco sedimento en el fondo. La espuma tenía muy buena retención y un color adecuado al de la cerveza, con dejos de marrón claro. Una importante gasificación pero para nada molesta. Su aroma combina elementos florales y frutales con reminiscencia a frambuesa, frutilla y durazno. Un tono aromático muy dulce, con un dejo floral apenas perceptible, pues se halla rebasado por el aroma a fruto, tirando a chicle.
Digamos que hasta acá, en general, todo bien. Ahora, al probar la cerveza se desvanece toda chance de volver a repetir esta cata. El gusto es -literalmente- a jarabe de niño. Una artificialidad abominable. Apenas se logra captar algo de malta caramelo pero invadido por ese gusto dulce empalagoso. No se siente nada, pero nada del amargor que debería tener una cerveza y el lúpulo brilla por su ausencia. 
El entusiasmo por el color, la contextura y el aroma se derrumbó completamente con el gusto. Con un retrogusto molesto. 
Impresión general: mala, muy mala cerveza. ¿Puede llamarse cerveza? No recomendable bajo ningún aspecto, ni para combinar con nada.